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En Espantapájaros aplaudimos la publicación del libro Haciéndose maestras, de Graciela Fandiño e Inés Elvira Castaño, sobre los problemas a los que se enfrentan en sus primeros años de trabajo las maestras de Educación Infantil. Hoy compartimos con ustedes esta entrevista que le hizo Isabel Calderón a una de las autoras.
Graciela Fandiño es Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, UNEP, Madrid, y Magister en Investigación y Análisis Curricular, Universidad Pedagógica Nacional (UPN). Ha sido profesora de la Maestría de Educación y del Doctorado en la UPN. Coordinó la elaboración del Lineamiento Pedagógico y Curricular para la Educación Inicial en el Distrito y fue consultora del BID para la construcción del Lineamiento de Educación Inicial del Ministerio de Educación Nacional.
«Si me toca ser tradicional, soy tradicional.
Si me toca ser innovadora, soy innovadora…»
Graciela, por favor cuéntenos de dónde surgió su interés por el tema de los primeros años de docencia.
Yo me atrevería a decir que el tema de los maestros principiantes es nuevo para nuestro medio. Cuando fui a España a hacer mi Doctorado, en 1998, entré al mundo de la investigación educativa. Y allí me encontré con una línea de investigación, que se llama la línea del pensamiento del profesor: surgió en la década de 1970 y trata de pensar la profesión docente desde su especificidad. Su pregunta fundamental es «¿Cómo piensan los maestros?».
Y cuando yo les conté a mis profesores que me interesaba trabajar en esa línea, me sugirieron que leyera a Carlos Marcelo; Conseguí varios libros de él y uno de ellos era una investigación sobre los maestros principiantes. Yo no podía creer que ese fuera un tema de investigación. Y me alegró mucho porque recuerdo que para mí, salir de la universidad y empezar a trabajar como maestra fue un choque muy violento. De modo que mientras leía la investigación de Marcelo alcancé a pensar en hacer mi tesis sobre maestros principiantes. Pero sentía que quería investigar sobre ese tema más adelante y con la ayuda de alguien más. Así que hice mi tesis sobre el pensamiento del profesor en el trabajo por proyectos y supe que eventualmente llegaría el momento de trabajar en torno a los maestros principiantes.
Y el momento llegó. Cuéntenos cuándo decidió hacer esta investigación que ahora se ha convertido en un libro.
Yo estaba dictando un curso sobre el pensamiento del profesor, en la Maestría de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). Y en una sesión les mostré a mis estudiantes una investigación sobre los maestros principiantes, a lo que un muchacho respondió: «¡No puedo creer que lo que yo esté viviendo esté tematizado!». Este muchacho, recién egresado de la Licenciatura en Ciencias Sociales, quería ser el mejor maestro de historia del mundo y se estaba encontrando con que lo que menos hacía era enseñar historia. Estaba metido en un mundo en el que no entendía nada. Para él, descubrir que aquello que él estaba sintiendo se investigaba en la academia era increíble. Y con esa perspectiva que él me dio decidí ponerme en la tarea de preparar mi investigación.
¿Cómo hicieron Inés Elvira Castaño y usted para recoger información sobre las experiencias de estas maestras principiantes?
Las maestras principiantes que participaron habían sido alumnas mías en la UPN y yo había mantenido contacto con ellas. Por otro lado, se dio una circunstancia muy bonita y es que por esos años se acababa de crear el Jardín Maternal de la UPN. Inés Elvira Castaño era la coordinadora y ella y yo trabajado juntas en otra investigación. Yo le propuse que me acompañara en esta y ella se entusiasmó con la idea. Por eso, varias de las maestras con las que trabajamos eran principiantes en el Maternal.
A la primera reunión llegaron unas quince personas: maestras que llevaban seis meses en el mundo real. Algunas no habían conseguido trabajo, estaban buscando y presentándose a entrevistas, y otras ya estaban trabajando. Y allá llegaron… Yo siento que ellas fueron para socializar lo duro que era haber salido de la universidad. Era muy fuerte.
Suena como si fueran a un grupo de apoyo…
¡Exacto! Los grupos de discusión se convertían en grupos de apoyo. Porque los maestros principiantes necesitan compañía. Para estas jóvenes, asistir a las discusiones era como una terapia: llegaban en busca de alguien que las escuchara y que entendiera lo que ellas estaban viviendo. Y eso lo encontraban en el grupo.
Pero, bueno, volviendo a la metodología de la investigación, se trabajó de una manera muy libre, aunque con unas categorías muy bien definidas: es decir, ya sabíamos que íbamos a indagar por los problemas a los que se enfrentan las maestras en cuatro niveles: en el ámbito social, en el ámbito pedagógico, en el ámbito personal y en el ámbito institucional.
Llama la atención que en su investigación ustedes hayan concluido que el ámbito en el que las maestras se encuentran con mayores problemas es el institucional. Sorprende un poco, porque otras investigaciones sobre maestros principiantes señalan el ámbito pedagógico como el más difícil.
Eso es una cosa coyuntural, específica de la educación infantil. No necesariamente pasa en otros niveles educativos. Sin duda, en Bachillerato las mayores tensiones sí están relacionadas con el manejo del grupo. Pero, bueno, lo que vimos nosotras es que estas maestras con las que trabajamos no tenían problemas con los niños. Sus mayores dificultades estaban relacionadas con las situaciones nuevas para ellas: con aquellos problemas a los que no se enfrentaban como practicantes. Por ejemplo, la relación con los padres de familia y los asuntos de las instituciones educativas.
Cuéntenos qué se sabe, en la actualidad, sobre <<el choque con la realidad>> de los maestros principiantes y sus efectos.
Es tan duro el choque con la realidad, en diferentes países, que más o menos el 30% de los maestros principiantes se retiran de la profesión. Eso es muy grave. Y por eso, porque el costo es muy grande, en otros países se adelantan programas de acompañamiento. Ahora el 80% de las ponencias en los congresos son sobre acompañamiento a los maestros principiantes. Colombia, en cambio, ni siquiera tiene estudios sobre el tema. Aquí se han tratado de hacer cosas, pero muy pronto se abandonan. Hay que hacer programas de acompañamiento y esto tiene que ser una política de estado. Todos deberíamos entender que hay que cuidar a los maestros, hay que preocuparse por que ellos estén bien. Yo creo que no se debe responsabilizar a la Universidad, que es la tendencia que hay acá. Aunque la Universidad sí tiene que revisarse y le convendría hacerlo…
¿Qué cosas se podrían replantear desde la Universidad?
En la Universidad la formación es muy crítica. Y es posible que por eso termine siendo idealista. Las maestras principiantes reconocen que cuando eran estudiantes y practicantes criticaban a las maestras. Y la universidad refuerza esas críticas, en vez de asumir un rol de comprensión y la reflexión; es decir, en vez de ayudar a las estudiantes a a entender que la maestra es parte del sistema educativo. La gran frase de las maestras principiantes con las que he hablado es: «Yo pensaba que podía cambiar el mundo». Y con eso se refieren a que pensaban que ellas no iban parecerse a las maestras a las que criticaron, ellas creían que iban a ser diferentes. Esa mirada hace que el golpe sea más duro. Pero, a la vez, ¿cómo les vamos a quitar el entusiasmo? ¡No! El entusiasmo es la esencia del trabajo educativo y tiene que ver con la edad, con la juventud, con el idealismo. Lo que pasa es que hay que ser un poco más realistas.
¿Cómo se explica que no se esté ofreciendo acompañamiento a las maestras principiantes?
Mire, mientras el maestro no tenga un lugar, esto no va a cambiar, es imposible. Si en este país de verdad fuera importante la educación habría tiempo y habría espacios para acompañar a los maestros. Y los maestros de educación infantil son los mejores del sistema educativo: son seres humanos maravillosos. Porque estar con los chiquitos no es una cosa fácil, dejémonos de tonterías. Estar con los chiquitos es agotador. Pero estos maestros se encarretan y quieren a los niños. Y si no tienen con quien compartir sus experiencias, si no tienen colegas, se les acaba el mundo. Estuve hace poco en Choachí y me impresionó la soledad de las madres comunitarias. Hay madres comunitarias a cargo 12 niños, que no tienen con quién hablar de lo que les pasa. Nadie, en serio. Eso empobrece el pensamiento. El maestro solo, la madre comunitaria sola…
Para cerrar, hablemos sobre lo que sucede después del choque con la realidad. A los tres años de estar trabajando, parece que las maestras se adaptan… ¿Qué nos puede decir sobre eso?
El primer año es el más duro. Luego, entre el primer y el tercer año, se van adaptando. Hay unas que cambian de institución cada vez que tienen la oportunidad. Esto les potencia el problema, diría yo.
En cambio, otras se cansan de ir contra la corriente y se adaptan. Pensando en eso, yo quise ponerle a este libro un título diferente: «Si me toca ser tradicional, soy tradicional; si me toca ser innovadora, soy innovadora.» Es una frase de una maestra, a la que le pregunté, hacia el final de la investigación, cuando ella ya estaba en su tercer año de docencia, por qué sus opiniones sobre muchos temas habían cambiado. Y ella me respondió con esa frase, que me parece maravillosa porque muestra de qué se está tratando en realidad la profesión docente. El libro habla también sobre ese proceso.
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