Nuestra directora: «Sin contar las mujeres y los niños»

Por: Yolanda Reyes

Estas páginas están abiertas al debate, a la reflexión y al intercambio. Todas las escrituras son bienvenidas.

En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 8 de junio de 2015, Yolanda Reyes escribió:

Sin contar las mujeres y los niños

 

Que me disculpe Antonio Caballero por imitar su columna de Arcadia, “Mil palabras por una imagen”, pero es que al ver la foto que salió en El Tiempo (junio 5, 2015) para ilustrar la noticia sobre la Comisión de la Verdad en La Habana, se me hizo agua la boca. La imagen lo cuenta todo: en primer plano, sin importar el bando, salen ellos, los varones. Ya sé que esto no es nuevo y que desde que comenzaron los diálogos –o desde hace mucho, muchísimo tiempo– la historia se repite, pero eso no quiere decir que sea “normal” o que uno se acostumbre.

Bajo la pancarta que anuncia los Diálogos de Paz, hay una mesa larga. Sentados a manteles se observan todos los hombres, cada uno con su nombre: Carlos Antonio Lozada, Joaquín Gómez, Pastor Alape, Pablo Catatumbo, Iván Márquez, Dag Nylander, Rodolfo Benítez, Humberto de la Calle, Sergio Jaramillo, Jorge Mora Rangel, Gonzalo Restrepo… En la edición impresa se ve una mujer que no aparece en la fotografía de la edición virtual; sin embargo, su nombre no alcanzó a caber y aunque está en el borde izquierdo de la primera fila, a veces parece en la segunda.

Ese detalle es clave porque hay dos filas: la que acabo de contarles, con los hombres, sus nombres y sus micrófonos, (detalles simbólicos, no más: tener nombre visible y voz amplificada) y la fila de atrás, en la que se asoman mis congéneres. Alcanzo a contar cuatro mujeres y cuatro hombres y me imagino, aunque aclaro que es una conjetura mía, que para la segunda fila sí se tuvieron en cuenta el enfoque diferencial y de género, la participación, la equidad y todo lo demás. Se trata de una conjetura basada en experiencias previas: una vez cubiertos los primeros planos, en segunda fila suelen hacerse concesiones a la ley de cuotas. Por lo general, alguien propone una “subcomisión de género” para que nadie pueda alegar ninguna discriminación diferente a la discriminación positiva.

Al ver la foto, me acordé de la historia del Evangelio sobre la multiplicación de los panes y los peces y de las preguntas que me suscitaban algunas de sus frases en la infancia: “Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”. No recuerdo la edad exacta que tenía, pero sí la preocupación que me causaba pertenecer a dos categorías que no se contaban (o, mejor, que no contaban): la de mujer y la de niña. ¿Por qué no nos contaban?, preguntaba, y nadie me daba una respuesta. Hoy, todavía, me sigo preguntando cuál es esa ley tácita que, a pesar de las apariencias, continúa inalterable. ¿Qué ocurriría –les propongo imaginar– si en La Habana no se hubiera incluido a ningún hombre o si, tiempo después de comenzados los diálogos, se instalara una subcomisión de género (masculino)?

Si bien es indudable que ciertas costumbres como estudiar y trabajar han cambiado en favor de las mujeres, las evidencias de que estos cambios no han permeado aún las estructuras profundas de la psiquis son esas fotos de nuestros señores de la guerra, o de la paz, que circulan cotidianamente, sin que a nadie le haga ruido verlos solos, mientras producen declaraciones de este estilo: “La igualdad de género es un asunto vital…Por ello, hoy es impensable que esta Mesa de Conversaciones no incorpore el tema de género como un aspecto central y transversal”.

Ajá, central y transversal: los nuevos eufemismos para ubicar eso que nadie sabe dónde va o que no tiene lugar. Pese a que las víctimas, pero también la ciudadanía y el poder y el trabajo de este país están repartidos en ambos géneros, la presencia femenina se considera todavía un favor, un privilegio, una subcomisión o una anomalía. Miren la foto y díganme si no les parece elocuente y familiar. Y no solo en La Habana.

 

Yolanda Reyes