Nuestra Directora: “Hija del Procurador”

Por: Yolanda Reyes

Estas páginas están abiertas al debate, a la reflexión y al intercambio. Todas las escrituras son bienvenidas.

En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 18 de febrero de 2013, Yolanda Reyes escribió:

“Hija del Procurador”

Hija del procurador, ¿me recuerdas tu nombre? Perdona que te pregunte así, como si fuera a hacerte una factura, pero, entre la fanfarria de tu boda, no parece importar mucho quién eres, aparte de “Hija del Procurador”. Debe ser raro o, quizás, no. En Bucaramanga, las mujeres solo dejaban de ser “la hija de Lalo”, cuando se volvían “la esposa de Fulano”. ¿Ocurre todavía? Por cierto, recuérdame el nombre de tu esposo: aparte de “Yerno del Procurador” e hijo de alguien que está siendo o fue investigado por tu padre, él parece importar menos que tú.

Al leer la crónica de El Tiempo –que pese a parecer escrita en clave de parodia, era “en serio” – y al ver fotos de tu boda en las páginas del jet set criollo, me pregunté cuántos de los 600 invitados serían amigos tuyos y cuántas de esas caras templadas que te besaban en el Country compartían un sentimiento genuino de celebración. (Y, ya entrados en verdades, cuántos de los socios del club te habrían dejado franquear la portería hace unos años, o te la dejarán franquear cuando todo esto haya terminado).

Por ser los padres quienes costean las bodas, sé que imponen ciertas cuotas: el jefe y su señora que van “por cumplir” o que se excusan y mandan el regalo; las parientas lejanas, algún político notable y sus colegas de oficina… En tu caso, sin embargo, es difícil imaginar cuál fue tu papel, por no decir, el de tu novio, en la lista de invitados. Supongo que la casa les quedó aperada y sería maravilloso que la pintora bumanguesa Beatriz González les hubiera hecho una serie de su boda, como aquella de los bailes de Turbay, pero con tantas tragedias y tanta inequidad de este país, ya ni a ella ni a casi nadie le dan risa estos alardes. Y menos que a nadie a tus paisanos. En Santander, hasta donde recuerdo, la ostentación no se considera una virtud.

Quizás porque nos ha tocado duro a las mujeres santandereanas, desde Manuela Beltrán, Antonia Santos y Micaela Mutis, nuestras heroínas de la independencia, hasta tantas de hoy, me impresionó leer, entre las líneas de tu boda, la misma tipología de familia que documentó otra paisana, la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda en sus investigaciones del siglo pasado: “Es notorio, en la sociedad tradicional santandereana, el control acentuado sobre la movilidad femenina(…) la estructura patriarcal centra a la mujer en el territorio hogareño (…) Al casarse, se dice como un símil, que debe ser como la hormiga culona: completado su vuelo nupcial, se corta las alas y se entierra en el hormiguero a procrear”.

¿Te cortarás las alas? ¿Te las habrás/habrán cortado ya? ¿Podrás decidir junto a tu esposo, entre tantos problemas que afronta una pareja, los asuntos de la procreación –o no– que solo a ustedes conciernen? ¿Cargarás el peso de ser, en vez de ti, La Hija del Procurador?  Perdona la crudeza, pero tú y tu pareja parecían como esos novios de pastillaje que son el decorado del ponqué. Y no importaría si fueras una mujer que elige, en la intimidad de su vida privada, pareja, ritual, tipo de familia y  proyecto de vida. Por eso hemos luchado las mujeres: para que nuestras hijas puedan elegir. Pero, supongo que estás al tanto: muchas opciones hoy son proscritas por tu padre. Y tú, ingenuamente o no, te has prestado para ser otra de sus piezas comunicativas de campaña. La más eficaz, la más apabullante.

“Bucaramanga era el limbo (…) en ninguna parte he visto tan de cerca el uso del chisme y la crítica como control social, paralizante”, le contó Montserrat Ordóñez, una escritora de padre bumangués, –¿de los mismos Ordóñez? – a su colega y paisana Silvia Galvis. “Mi única meta era salir”, le confesó. Si yo estuviera en tus vestidos, adoptaría su frase y me iría lejos: a donde fuera una mujer, con nombre, vida y amor propios. Nada más y nada menos que eso: una mujer. No sé por qué, pese a las apariencias, aquí en el feudo de tu padre, nos sigue resultando tan difícil.

Yolanda Reyes