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En su columna para El Tiempo del lunes 16 de mayo, Yolanda Reyes escribió:
«La primera vez que oí mezclar semántica con política fue en tiempos de Virgilio Barco. No recuerdo a qué se refería cuando habló de «un problema semántico». Desde entonces, la expresión anda en boca de nuestros mandatarios. Algunos la han dicho como otras personas dicen «eso es psicológico» -ergo, no es nada-, pero otros han tomado plena conciencia del poder de la semántica, que, según el diccionario, es el estudio del significado de los signos lingüísticos, y ante la imposibilidad de cambiar los hechos han pretendido cambiar el lenguaje.
No es asunto irrelevante. En el mundo humano, construido a punta de significados, una cruzada semántica puede convertirse en el delirio de un gobernante. Por algo llamamos dictador a quien «dicta» lo que se debe decir, pensar y, sobre todo, callar. Y viéndolo bien, cambiar las leyes para dictar otras nuevas es un problema semántico, pues las normas son pactos hechos «en el lenguaje» para regular las relaciones y los significados que acordamos previamente con los otros.
Pese a su apariencia de hombre de acción, el ex presidente Uribe pasará a la historia como el Emperador de la Semántica. Como si fuera un demiurgo que recurre a las palabras para volver a crear el mundo a imagen de su deseo, eliminó de nuestro diccionario la expresión ‘conflicto armado’. Prohibió decirla y escribirla, como quien proscribe una mala palabra, no solo en documentos de Estado, sino también en estudios y proyectos, so pena de no financiarlos. En Colombia no hay conflicto armado, dictó la orden y punto. Comuníquese y bórrese.»
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