Nuestra Directora: «La invención de la infancia»

Por: Yolanda Reyes

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En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 4 de marzo de 2013, Yolanda Reyes escribió:

La invención de la infancia

“Quien ha visto derrumbarse las casas sabe demasiado claramente cuán frágiles son los jarrones con flores, los cuadros, las paredes blancas”. Recordé las palabras de la italiana Natalia Ginzburg, mientras escribía esta columna de bienvenida a los autores, ilustradores, críticos y lectores que llegan a Bogotá para asistir al segundo Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil, CILELIJ.

La primera versión de CILELIJ en 2010 tuvo un final abrupto con el terremoto de Chile y, durante los días siguientes, mientras intentábamos regresar a nuestros países en medio de la tragedia chilena, los organizadores alcanzaron a entregar volantes con la promesa, en esos días tan incierta como incierto era el futuro, de un reencuentro en Bogotá. Sin embargo, la asociación con Ginzburg no es por el terremoto, sino porque en ese artículo titulado “El hijo del hombre” que hace parte de su libro Las pequeñas virtudes (Acantilado, 2002), ella atribuye a las guerras mundiales el derrumbe de una idea de infancia idílica y edulcorada.

“Nosotros no podemos mentir en los libros… acaso sea el único bien que nos ha traído la guerra”, dice Ginzburg, en alusión a ese abismo que la separa de las generaciones anteriores, donde floreció también una literatura infantil europea, inédita hasta entonces. “Nuestros padres nos reprochan la forma que tenemos de criar a los niños. Querrían que mintiésemos a nuestros hijos como ellos nos mentían a nosotros…Pero nosotros no lo podemos hacer. No lo podemos hacer con niños que han visto el espanto y el horror en nuestra cara. No podemos contarles…que los hemos encontrado en una col ni que quien ha muerto ha emprendido un largo viaje”.

Esas palabras parecen más vigentes que nunca al examinar los tres ejes del CILELIJ: el del primer día será la vida privada –el amor, el cuerpo, la sexualidad y la subjetividad, entre otros asuntos–; el segundo día, alrededor de la vida pública, se abordarán temas como escuela, ciudadanía, dimensión política, emigración, exilio, violencia y problemas sociales, y el tercero, bajo el título de lo trascendente, se discutirán asuntos relacionados con fe, religión, muerte, esperanza, magia, creatividad y utopías. Muchas de esas cuestiones, antes proscritas en los libros para niños, dan cuenta de la complejidad de un campo que reclama autonomía artística y que busca deslindarse de esa confusión entre pedagogía y literatura a la que le debemos, aún hoy, tantas lecciones de buen comportamiento o de auto ayuda, disfrazadas bajo el ropaje de cuento, que hacen bostezar a los niños y que, también hay que decirlo, son uno de los negocios más lucrativos de la industria educativa.

Preguntarse cómo interpreta la literatura la realidad de los más jóvenes lectores será la tarea de este congreso organizado por la Fundación SM y la Biblioteca Luis Ángel Arango. Si bien no tiene el mismo cubrimiento mediático de otros certámenes como el Hay Festival, más de cincuenta autores, ilustradores, críticos y especialistas de España y América Latina hablarán frente a un público de 600 personas y los cupos se agotaron en diciembre de 2012, aunque hay exposiciones, lanzamientos de libros y un “picnic literario” en el Parque Nacional.

En estos tiempos en los que el “negocio de los libros” está en crisis, ¿por qué querrían los  más jóvenes leer literatura, y cuál literatura? Explorar voces, acentos, géneros y posibilidades en el escenario de este país complejo, donde muchas casas se han derrumbado y muchos niños conocen secretos de la vida que deberían ignorar, y donde hay desafíos urgentes relacionados con la palabra y la memoria, tiene mucho significado. Y aunque, como dice Ginzburg, “no nos curaremos nunca de esta guerra” –o nunca del todo, digo yo–, es una maravilla estar aquí, pensando en escribir, a tantas manos, otros relatos de país y otros mundos posibles para los que hasta ahora están llegando.

Yolanda Reyes