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En su columna para El Tiempo del lunes 8 de agosto, Yolanda Reyes escribió:
«En medio del barullo mediático que desdibuja las fronteras entre la política y la ética, extraño las voces confiables, serenas y poco complacientes que me educaron cuando la vida no tenía tantos grises, sino que se jugaba en blanco y negro: lo bueno y lo malo, la recompensa y la sanción, los actos y sus consecuencias. ¿Qué dirían mi padre y mis maestros sobre la responsabilidad y la justicia, a propósito de los recientes escándalos nacionales?
Volverse adulto es ir incorporando a la «voz de la conciencia» aquellas voces que, desde la infancia, nos enseñaron que nos regía una gramática legal pactada por la humanidad desde antes de nuestro nacimiento, para regular la convivencia. En ese largo rito de tránsito, desde la dependencia de los adultos, hasta asumir plenamente las consecuencias de nuestros actos se forma la autonomía moral.
Ahora, cuando nuestras primeras figuras tutelares ya no están y nuestra voz es la referencia para los que vienen detrás, es urgente preguntarnos por los mensajes con los que estamos educando a los más jóvenes. Entre versiones contrapuestas, teñidas de crispación emocional y desconfianza, ¿cómo interiorizarán nociones esenciales sobre justicia y responsabilidad para conquistar su autonomía? ¿Cómo podrán establecer los límites entre la solidaridad y la sanción social, o entre la presunción de inocencia y la justicia? ¿Qué aprenderán sobre el Estado de Derecho con los escándalos de AIS, DAS, Dian o la Alcaldía de Bogotá?»
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